miércoles, 6 de octubre de 2010
Un año.
Está aprendiendo a hablar, a andar, e incluso necesita a alguien para alimentarse. Pero sabe sonreír casi desde que nació.
Hace pocos días, celebramos el primer cumpleaños de mi sobrina, la nineta. ¿Cuánto tardó en poner el dedo en medio de la tarta? Ni medio segundo. La nata cubría su dedo, y una solitaria vela se apagaba, como por arte de magia. Qué sola estaba esa vela, pero cuánta razón tenía su soledad. ¿Qué es un año? Para nosotros poco tiempo, para ella toda una vida.
Aún recuerdo la primera vez que la vi. Fue en forma de MMS, una foto en mi móvil que su padre mandó. "Hola, sóc Carla, i ja estic al món". Estaba enfundada en un gorrito y unos guantes, y tenía sus ojos de chinita bien cerrados. La miré y la remiré. En realidad, no me sonaba de nada, jamás la había visto antes.
Pensar en ella, es también pensar en uno mismo: en cómo pueden cambiar las cosas. De sus casi 6 meses guardo un recuerdo especial. Estaba contento por verla, pero también estaba triste. Fui a verla sólo, pero allí estaba ella riendo. Dispuesta a repartir alegría, aún sin quererlo.
Después vendría una curiosa etapa de canguro, repartiendo papillas, cambiando pañales, conociéndola a ella y conociéndome a mi mismo. Ha pasado un año, pero aún le quedan muchas sonrisas por repartir.
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Jo Victor,se ma han puesto los pelos de punta!!! que tio más orgulloso de su sobri... Un besito: Carmen
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