La nineta

Es una de las cosas que me da buen rollo.

Nineta, en valenciano, se traduce como “muñeca”, pero también como “pupila”. Eso da para un doble sentido y metáfora que, explicado, pierde toda la gracia.
Mi sobrina es la alegría de la casa. De la mía, de la de mi hermano, y de todas en las que esté. Acaba de cumplir 7 meses. Por cierto, sería curioso celebrar todos los meses que cumplimos. Yo tengo 335.

La muñequita, la “nineta”, tiene unos bonitos ojos azules, que han pervivido después de saltar una generación. La culpa la tiene un tal Mendel y sus extrañas leyes de guisantes.
La cuestión es que su llegada (la de la niña, no la de Mendel) nos ha dado vidilla, pero también nos ha demostrado a algunos que no tenemos ni idea de cómo funciona un animalito de este tipo. Me refiero a un bebé. Cada vez que la veo, aunque tan sólo hayan transcurrido unas pocas semanas, hay cambios fascinantes.
En los primeros meses la niña lloraba en ocasiones. Y una de esas ocasiones era cuando la cogía su tío. Era un poquillo frustrante, y me daba una buena lección de humildad. “No molo tanto cómo pensaba”, era mi razonamiento. Lo más sorprendente es que dejaba de llorar en seguida. Tan pronto como la cogía su padre.

Ahora la niña es una auténtico muñeco, que no para de reír. También come y duerme, pero se parte de risa si la zarandeas arriba y abajo. Y mueve sus piernecitas para que la subas otra vez. Y tú eres feliz, porque no es tuya la obligación de acostarla en tan sólo 5 minutos (por lo visto, funcionan como un reloj). Creo que alguien me está mirando de reojo para que pare.

Otra de las cosas que van unidas a la llegada de un bebé es la evocación de la propia infancia. En mi casa había unos extraños falsos enchufes de plástico, que se ponían en los agujeros de la pared, para evitar que los niños metieran los dedos o algún objeto metálico, y terminasen con la permanente hecha. ¿Los recordáis? Muy eighties, no hay que olvidarlo. A mi me parecían demasiado, pero cualquier precaución es poca: los bebés aman el peligro. Aquí va un ejemplo: la niña estaba en su mantita, jugando. Sin saber gatear, rodando como una croqueta, cruzó de lado a lado en poco más de un minuto. No hizo caso a la media docena de cosas blanditas y de bonitos colores que había y se agarró a la pata del mueble de la tele, metálica y fría, y empezó a chuparla. Supongo que sus encías se lo pedían, pero aquello me parecía demasiado.

Con el tema de hoy, también quería hablaros de un triunfo personal. Yo puse un granito de arena para que mi hermano y mi cuñada se animasen. El primer paso fue regalarles una mascota, concretamente un gato. Al "Pirata" le siguió la niña, así que algo debió despertar en ellos. Y el resto ya lo conocéis, "papa pone una semillita en mamá..."

Como veis, chicos, he elegido un tema con un matiz femenino más marcado, para atraer precisamente a las chicas, que tan escandalizadas quedaron tras la última publicación. En la próxima prometo hablar de futbol.