El desierto está lleno de gente. En Marruecos, donde ahora estamos, hay muchos pequeños núcleos de nómadas bereberes. Viven de una manera distinta a nosotros, en medio del silencio y la tranquilidad, sin impuestos, hipoteca,... Pero su forma de vida, en núcleos dispersos, dificulta en muchas ocasiones la escolarización de sus niños.
En el camino hacia el lago Iriki, el grupo de Motxilles Solidàries se encontró con un par de escuelas, con una veintena de alumnos. Algunos tenían que caminar más de hora y media de ida, y después de vuelta, para poder ir a la escuela a aprender matemáticas, árabe o francés.
Montados en sus motos y quads, Motxilles Solidàries les entregó una bolsa a cada uno, con ropa y también juguetes, gafas de sol o zapatos. De hecho, esa entrega nos dejó una anécdota bien curiosa. Ahora respiro tranquilo. Si tú entregas mochilas y cargas tus cosas en una de ellas, posiblemente la des sin darte cuenta. Es lo que nos pasó a nosotros. Tras parar a un pequeño núcleo, descubrimos que mi bolsa ya no estaba en la cabina del coche. Volvimos al punto anterior, donde volvió a salir la misma mujer, con las manos abiertas para recoger de nuevo una mochila. Intentando hacerme entender (me decía a todo que sí, mientras sonreía), pasé al interior de su casa de adobe. Allí estaba mi mochila, con la cámara de fotos, el móvil, las gafas... todo seguía en su sitio. Son gente hospitalaria: siempre te invitan a tomar un té, aunque en esta ocasión debíamos seguir nuestra ruta.
Me alegra mucho que hayas podido disfrutar de esta experiencia! creo que has venido con otro chip... por lo menos fisicamente! (ahora eres Lobezno).
ResponderEliminarEn serio, espero que algún día podamos experimentar todos algo así porque ayudaría mucho a ver la realidad como es y a pensar las cosas dos veces...
Ahora a trabajar y a seguir para adelante!! ;-)
Ese Iván, ¡qué grande eres!
ResponderEliminarGracias por tus palabras de apoyo (y por haber leído la entrada del blog). Sin embargo, el trabajo más importante está por venir. Contar las cosas es a veces tan importante como hacerlas.
Este viaje en el que he acompañado a los aventureros demuestra que, aunque vayas de turista, también puedes poner un pequeño grano de arena de ayuda. Para ellos, la recompensa era inmediata: ver las caras de felicidad de la gente.
Un abrazo!