Una pizza. Un pizzero. Una cara sonriente. Pose castiza, mano sobre la cintura y pala sobre el hombro. Con la mirada fija hacia el respetable y sin dejar de enseñar la dentición. De fondo el coliseo de Roma (hablamos de pizzas, amigos) y de cara una fuente descomunal de tomate y un horno a leña. Y lo mejor, el retrato. No hablamos de parecido razonable con el cantante almeriense. Hablamos de homenaje.
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